Voy al jardín buscando
sosiego
luego de haber narrado
a mi hija
las heridas de un país
que no me vio nacer
y de haber sostenido su
dolor
y haber oído su
pregunta
por
qué, por qué
sabiendo las dos
que mis respuestas
explican lo evidente
pero no lo obvio, que
es
inasible.
Bebo de mi vino y miro
el jardín en la noche
sabiendo que por mucho
que abra los ojos
la negrura que me azota
en el sueño procede de otros
confines.
El cielo, las
estrellas, nada tiene sentido
el arrullo de un pájaro
se alza:
es primavera
la vida pronto se
abrirá paso a torrentes sobre la tierra.
Quizás la respuesta es
el ciclo: fin y principio y fin y principio.
Un sorbo más: sé que
no es tan sencillo.
Pero mi sangre pulsa
bajo la dermis. Una confirmación.
No responde la
pregunta, pero cómo alivia.
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