suficen
para evitar perder
pie
vuelvo el cuerpo
al jugo violeta de las
moras, aplastando
el pecho contra esa
pulpa
dulzor, eco
carne pegajosa, labios
heridos en el
azúcar,
porque si cuando la
noche se
cierne en la
corola de toda
esperanza
y aprieta su ahogo
dibujando un círculo
de
carbón y piedra
para expurgar el
aire de los
pulmones,
aún en ese
estertor oscuro,
indeciso
tendré el dulzor,
vestigio de beso y
calor
para que ahí en la
soledad de no esperar
más nada
renazca el deseo
semillas mínimas
contra el pecho
anidando aún en la
apnea
dando de sí
para que el hilo
siga tejiéndose en el
aire
la
diáfana muselina
protectora.
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