Entonces con la boca mirando al cielo, un poco de infancia escapa de
la garganta
El ojo
abierto a lo que vendrá, la mano abierta a lo que vendrá, el cuerpo
listo para ser sembrado luego del barbecho
Lo
atado al tronco de la desidia se desatará librando lo muerto,
cantaremos todos una canción nueva, una alabanza a lo venidero, una
oración a lo que aún ido, permanece viajando en la memoria de la
sangre –abuelas entretejidas, mapamundi de historias
atravesándonos, ribera con sus puentes para cruzar y saber mirar
desde el lugar del otro, ubicando el pie en la huella prójima
Mis
hijas adornadas con los brazaletes de una risa primigenia, cascabel y
adorno, pluma de coatí que encanta la miel de la selva en el corazón
de la estepa escandinava
Ellas
dominan el arte de dividir el agua en dibujos de nervadura para que
los insectos y las personas hallen la gota exacta que el cuerpo
necesita para avanzar un paso más, el definitivo hacia la lumbre que
circuncida la oscuridad, dejándola sin techo, porque se ha de
habitar una casa sin techo para poder contemplar las estrellas
despiertas en la noche y entonar los cantos de alabanza que enseñaron
los antiguos a muchachitas como mis hijas, que adornadas en la espuma
de los días, cantan y bailan los secretos aprendidos, para que sean
de todos, como el pan y la paz, como la palabra dada.