domingo, 15 de febrero de 2015

estrellas despiertas en la noche

Entonces con la boca mirando al cielo, un poco de infancia escapa de la garganta
El ojo abierto a lo que vendrá, la mano abierta a lo que vendrá, el cuerpo listo para ser sembrado luego del barbecho
Lo atado al tronco de la desidia se desatará librando lo muerto, cantaremos todos una canción nueva, una alabanza a lo venidero, una oración a lo que aún ido, permanece viajando en la memoria de la sangre –abuelas entretejidas, mapamundi de historias atravesándonos, ribera con sus puentes para cruzar y saber mirar desde el lugar del otro, ubicando el pie en la huella prójima
Mis hijas adornadas con los brazaletes de una risa primigenia, cascabel y adorno, pluma de coatí que encanta la miel de la selva en el corazón de la estepa escandinava
Ellas dominan el arte de dividir el agua en dibujos de nervadura para que los insectos y las personas hallen la gota exacta que el cuerpo necesita para avanzar un paso más, el definitivo hacia la lumbre que circuncida la oscuridad, dejándola sin techo, porque se ha de habitar una casa sin techo para poder contemplar las estrellas despiertas en la noche y entonar los cantos de alabanza que enseñaron los antiguos a muchachitas como mis hijas, que adornadas en la espuma de los días, cantan y bailan los secretos aprendidos, para que sean de todos, como el pan y la paz, como la palabra dada. 

sábado, 14 de febrero de 2015

santas catástrofes!*



el pequeño ángel con alas de codeína vino a mí

canta canta, dijo, mordiendo la parte blanda de mi ingle, alto más alto, dijo

yo grité y trepé las notas agudas y sé que dije obscenidades al

angelito mordedor que sorbía mi linfa con los dientes hincados

la carne es pasajera, dijo limpiándose la comisura derecha, ha de ser sacrificada cada tanto

para quién, por qué, quise preguntar pero la maratón de grito y linfa y tarascones me había

agotado

puto tu sexo angelical, llegué a escupirle mientras batía sus


alitas de codeína, alejándose de mí

jueves, 5 de febrero de 2015

Prácticas


Me senté y lloré a la luz del sol en la mañana

No porque tuviera motivos, aunque motivos no faltan sino por

higiene del alma: de tanto no llorar, se van juntando arenisca y dureza en lugares raros y

los gestos de ternura ganan en tosquedad,

porque todos sabemos que la ternura se genera alli donde se mezclan

la pena, el amor, la esperanza.

Por eso, para seguir queriéndote, queriendo todas las cosas, amando los hilos que me anudan

a lo vivo y a lo muerto que sigue vivo en mí,

me senté a llorar sobre los pliegues de la mañana.