Me
senté y lloré a la luz del sol en la mañana
No porque tuviera motivos, aunque motivos no faltan sino por
higiene del alma: de tanto no llorar, se van juntando arenisca y dureza en lugares raros y
los gestos de ternura ganan en tosquedad,
porque todos sabemos que la ternura se genera alli donde se mezclan
la pena, el amor, la esperanza.
Por eso, para seguir queriéndote, queriendo todas las cosas, amando los hilos que me anudan
a lo vivo y a lo muerto que sigue vivo en mí,
me senté a llorar sobre los pliegues de la mañana.
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